lunes, 26 de noviembre de 2007

Reseña "Prophecy as Divination"

A medida que vayamos leyendo artículos o libros sobre el tema de estudio, trataremos de postear resúmenes o breves reseñas de los mismos. En los casos en que estén disponibles, se colocarán los links de los artículos publicados (en su gran mayoría están en inglés). En caso de no estar disponible, se pueden contactar con nosotros para solicitar una copia del mismo. En este caso, presentaré la reseña del artículo de Anne Marie Kitz "Prophecy as Divination" que pueden encontrar en nuestra lista de links. El artículo se propone presentar un modelo que sirva para analizar los fenómenos de adivinación en el Cercano Oriente Antiguo.

Las profecías bíblicas están conectadas con prácticas religiosas de adivinación presentes en áreas circundantes a Israel. Se las pueden relacionar con aquellas de Mari, Emar, Ebla y Neo-Asiria. Estas prácticas, sabemos ahora, son un fenómeno más extendido en el Cercano Oriente Antiguo de lo que se creía. Se las puede dividir en dos categorías: la llamada "técnica/deductiva" como la adivinación por medio de la lectura de signos en hígados de animales, estrellas, humo, vuelo de las aves, etc. La otra, aquella descrita como "intuitiva" o "inspirada". Lo que las diferencia es que en el segundo caso no se requiere una posterior interpretación como en los primeros.

Se puede reconocer la actividad divina en lo cotidiano cuando se dan alguna de estas tres condiciones: por el carácter extraordinario de la manifestación; por su repetición; cuando se produce dentro de un ritual. En cuanto a su clasificación, tenemos la chemomancy (adivinación en base a plantas y materiales inorgánicos), la zoomancia y la antropomancia. Dentro de esta última, profecía y oniromancia (interpretación de los sueños) son dos caras de la misma moneda, siendo lo que las identifica es una alteración (brusca o no) de la conciencia.

Luego, en estas actividades, el signo es una manifestación de la divinidad que debe ser interpretada. Una primera aproximación puede ser la de calificarlo como "positivo" o "negativo". En todos los casos, el receptor del signo debe ser distinto de aquel que lo interpreta. A éste se lo suele confundir con el adivinador. Existe una distinción entre ellos: mientras que la divinidad puede escoger a cualquier persona para revelarse, el intérprete tiende a ser alguien sofisticado y erudito. Ésto nos está sugiriendo que el segundo participante cumple un rol más decisivo en el proceso.

Con este modelo presente, la autora diferencia entre dos tipos de profecía: aquella en que las palabras funcionan como signo y otra en la cual los signos se presentan en forma de visión o sueño. En el primer caso no siempre se hace necesaria una interpretación mientras si resulta esencial en el segundo tipo de profecía. Para probar lo dicho, la autora presenta dos cartas de Mari (ver link) donde se presentan fenómenos proféticos. En éstas, la práctica adivinatoria no involucra la interpretación, por lo que queda para otra persona el descifrar lo dicho. Sin embargo, reconoce la autora que en ciertos casos, como en los libros de los profetas bíblicos, es difícil distinguir entre las dos funciones. Siguiendo por este camino tendremos que la intervención divina se manifiesta en el signo y no en la interpretación (una actividad puramente humana), siendo ésta falible. Sin embargo, en el Antiguo Testamento aparecen varios ejemplos donde incluso la interpretación de los signos mana de la inspiración divina. Así, se vuelve perfecta y verdadera.

En la conclusión, la autora acepta que mientras que en la Biblia se incluye la interpretación como parte de la inspiración divina, en las fuentes mesopotámicas se coloca al adivinador como un profesional que explica las actividades celestiales desde su conocimiento y capacidad. Sin embargo, insiste en que existen suficientes conexiones como para considerar a ambas como pertenecientes a un sustrato común largamente extendido.

Benteveo

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